viernes, 22 de enero de 2010

LA JUSTICIA.




La Ley que represento no necesita de jueces, ni de tribunales que condenen y castiguen.
Esta Ley se basta ella sola, pues el que la incumple a sí mismo se condena, y el que la respeta y la sigue a sí mismo se salva.

Si rompes el fino hilo que teje esta Unidad, el hilo invisible que todo lo une y armoniza,
ay de ti porque estás rompiendo el centro tu vida y tu corazón mismo se hará añicos.

¡Habrá llanto y crujir de dientes!

Has seguido las leyes de los hombres y te has condenado a ti mismo,
has respetado sus leyes y a cambio has obtenido aislamiento, ansiedad, depresión y neurosis.
Tu salud se ha quebrantado como una rama seca bajo el peso de la nieve.
Estás tan separado de ti mismo, tan dividido y asustado,
que la locura te ronda como perros hambrientos y furiosos en la oscuridad de la noche,
aullando desesperados porque la pálida luz de la Luna los atormenta.
¿Es esto lo que quieres?

Sigue la Ley del Universo.
Esta Ley es igual para todos, pues no distingue entre pobres y ricos;
no entiende de dogmas ni anatemas;
no sabe de culpas ni remordimientos.
Esta Ley está escrita en cada cosa,
en cada una de tus células,
en cada flor y en cada criatura que se agita, duerme o sueña.
Esta Ley resuena en el murmullo de cada arroyo
y en el épico rugido del mar.
El viento la susurra entre las hojas
y cada estrella que titila la derrama por el firmamento.
¿No lo ves? ¿ No lo oyes?¿ No lo sientes?
Perdónate a ti mismo,
perdona a todos y no sientas más rencor, ni culpa, ni miedo.

¡Desnúdate ante la Ley  y goza de una infinita Libertad para siempre!
¡Libertad para amar!
¡Libertad para decir la Verdad!
¡Libertad para perdonar!
¡Libertad para salvar al mundo!



domingo, 30 de agosto de 2009

Este corazón



Ahí dentro está oscuro


late un corazón
y late tan fuerte que parece
ensanchar la caja torácica
acelera el aliento
y golpea hacia atrás en la espalda


Late tan fuerte que casi se le oye gritar


Esta sangre está llegando
a cada órgano
a cada poro
a cada célula
al rincón último de la carne
y aun late más fuerte


Este corazón quiere salir
romper las costillas
o el espinazo
y salir corriendo


Quiere recorrer el país
y luego el mundo
y finalmente el universo
para bombear en lo infinito


¡Este corazón aspira al latido unánime universal!

Planning



• Sostener que nuestra irresponsabilidad y el despreciar compromisos sociales preestablecidos y/o impuestos tienen su origen en un profundo amor y respeto hacia la vida
• Práctica de telequinesia Pelar un plátano situado a dos metros de distancia
• Descalificación del aparato Establishment (evitar comparaciones innecesarias caer en superficialidades lemas remanidos consignas pacifistas)
• Contener la impotencia y la rabia
• Los soldados vuelven del frente a llorar en los brazos de sus mujeres porque no les cabe más horror en los ojos Reflexiones
• Considerar la posibilidad de morir de ternura ante la contemplación de un cuerpo desnudo
• Danza ritual para atraer la lluvia Por ver qué pasa
• Exorcismo de pensamientos obsesivos A saber dinero sexo futuro sobrepeso hijos
• Amar al prójimo como a uno mismo (ni más ni menos) Intentarlo antes y después de cada comida
• Hacer chistes fáciles acerca de la comida rápida (fast food)
• Resucitar a Cristo
• Hacer volar una cometa
• Tomar la tarde libre

sábado, 29 de agosto de 2009

Elefantitis.





La puerta de la prisión está abierta. Puedo marcharme en cualquier momento sólo con echar a andar.

Un Curso de Milagros. Lección 57. 1. (31)




¿Han oído la historia, tan recurrente, del elefante atado a la estaca? Bueno, en puridad no es una historia, se trata de una práctica que desde antiguo se lleva a cabo con estos hermosos, majestuosos y nobles animales, los elefantes. No es de las peores torturas que se puedan ver, visto el plan que nos traemos con el resto de terrícolas, pero que ejemplifica, grotesca y metafóricamente, el plan que nos traemos con nosotros mismos, así como el proceso de esclavitud mental al que nos hemos auto sometido.

Pues bien la práctica consiste en atar al paquidermo por el tobillo a una estaca bien fijada al suelo, cuando éste apenas ha sido arrancado de la teta materna. A tan temprana edad, el animal aún no posee la fuerza para poder escapar de tan estrecha prisión. El infeliz trata de zafarse tirando en todas direcciones, con toda su fuerza, una y otra vez, hasta caer exhausto. Día tras día lo intenta de nuevo, cada día con menos determinación, con más resignación, hasta el día final en que se convence a sí mismo de que jamás lo conseguirá. Esta convicción llega mucho antes de que el elefantito se convierta en un elefantón capaz de derribar una casa de un cabezazo. Nuestro amigo pesa una tonelada y ya ni se acuerda, a pesar de su proverbial memoria, del día en que se resigno a tirar de la cuerda. Podría arrancar la estaca con la misma facilidad con que uno se saca el sombrero, y sin embargo ahí está, los ojos brillantes y acuosos cómo dos luceros en un estanque, más triste que un día sin pan, esperando que llegue su amo, le saque la cuerdita y se lo lleve a trabajar, ya sea en un circo, en la selva acarreando pesados troncos, en cruentas guerras, en absurdas cabalgatas, en ruidosas ferias o en mugrientos zoológicos.

Existen muchas historias parecidas, de animales enjaulados que son incapaces de huir aun con la puerta abierta, de seres domesticados hasta el punto de la dependencia absoluta a sus amos. Miedo a la libertad, esclavitud mental, qué fácil es ver esto en otros seres y qué difícil caer en la cuenta de nuestra propia inercia, de la maraña de nuestra propia ignorancia, de la ilusión tejida por el ego, ese carcelero desasosegado, insatisfecho y caótico, que se olvidó de cerrar la puerta.

Piensen. Piensen en ello. O mejor aún, respiren, respiren profundo, oigan la voz del Espíritu, levántense y echen a andar… La puerta esta abierta.

El sol





El sol es fuente y es vida, y al derramar su gracia sobre este bendito mundo, se estremecen las formas, se desperezan las sombras y, en la hondura insondable, hace latir el corazón de la tierra. Es el sol una conciencia que la luz tiene de sí misma, un fulgor de amor en el cielo. Todas las estrellas son testigos silenciosos del universo. A través de ellas el mundo visible se conoce a sí mismo, se reconoce, y sólo a través de su luz podemos aspirar a retornar a la fuente, porque ellas son la vida y el origen de la vida. El sol es así la Estrella-Madre que nos parió, y así, en cada uno de nosotros, duerme la chispa que encierra y da vida a estos cuerpos aletargados, de pasos torpes, y torpes sueños, ignorantes de la luz que son y fueron.

Es la hora mañanera del levante. Enfrento el despunte de los primeros rayos en el horizonte en esta hora de jacintos. Levanto mis brazos al cielo, me emborracho de luz y aire, estiro bien los brazos, las puntas de los dedos, y aún se puede un poco más. Mi corazón está alegre, y dentro de este pecho resuena el ritmo implacable, la dichosa melodía, de la vida que se sabe viva. No hay nada más que esto: un sol que brilla, un corazón que late, un ave que surca el cielo y todo un día por delante.

Si toda esta borrachera de presente, luz y vida pudiera aderezarse con una buena inmersión en el mar, en un arroyo, en una alberca, o en una pila, que para el caso es lo mismo, no se dude ni un segundo, al agua pato, y menea la colita, que en esta hora gozosa están los ángeles que trinan, y tornan las halitosis en rosas, los bostezos en sonatas y las legañas en luceros. Prueben, prueben. Ya me contarán.

Silencio



El ventilador, de pie, mueve la hélice como si mirase un partido de tenis, llevando su fresco aliento de un lado a otro de la habitación. Aliviando el calor momentáneamente, para seguir barriendo el espacio, dejándote de nuevo en el sopor pegajoso del sofá, sumiéndote en un ritmo alternativo de frescor y sopor, ahora sí, ahora no, con la ecuánime indiferencia que sólo las máquinas saben derrochar. Clic. Un solo clic y la hélice se detiene con un suspiro, dejando tan solo sopor y silencio. Silencio de motor recién apagado. Tiempo suspendido. Pero no. Arranca ahora el frigorífico, que canta su mantra ronco y monótono de tibetano acatarrado. Calor. Ooooooooooommmmm. Oooooooooommmmm. Ooooooooooommmmm. Así veinte minutos. Y con un sonido de moneda cayendo por una tubería, y un ligero traqueteo, se vuelve a sumergir en una meditación profunda, fría y vacía como su corazón de hielo. Hay electrodomésticos que imparten Zen en las calurosas tardes de verano. Calor. Ahora sí. Silencio. O no…

Hoy he decido hacer voto de silencio, para descubrir quizás que no existe el silencio. No en una casa con electrodomésticos. Y ni aún deteniendo el último aparato del demonio he hallado el silencio. He profundizado, eso sí, en las sutilezas de todo lo que suena. En los pequeños roces, fricciones, zumbidos, vibraciones sutiles que pueblan el aire orquestado. Aún se puede ir un poco más allá. Me he detenido, completamente, sentado, erguido; y en la quietud de mi ser, he querido ir más allá, más hondo, a través del silencio que no es silencio. Oigo mi respiración, el roce del aire entrando y saliendo de mí por los orificios de la nariz. Más libremente por el orificio izquierdo que por el derecho. Siempre hay un boquetillo que anda más cerrado que el otro. Respiro. Tranquilo. En fin, que en la quietud de mi ser, he querido ir más lejos, más hondo, y me he topado con el discurso incesante que puebla esta cabecita de vientos. Y he seguido respirando, y observando y oyendo, y me he percatado de que también detrás de ese dialogo interior, que si patatín que si patatán, que no se acaba nunca, detrás del borbotón descontrolado, o más allá de él, más hondo, hay un espacio, o quizá un vacío, donde pueda caber el silencio. Claro que esto ha sido un instante. Un fogonazo de Nada, un relámpago de abismo, y de vuelta el frigorífico con su ronco mantra de domingo. He estado cerca, quizá he estado, donde habita el silencio. En algún lugar más hondo, más allá de este ruidoso mundo. Quién sabe. Hace mucho calor. Quizá otro día.

lunes, 17 de agosto de 2009

Manifiesto del hombre nuevo



La vida, lo queramos o no, se compone de ciclos; lo queramos o no, está en continuo cambio o evolución; lo queramos o no, estamos vivos, viviendo, cambiando, evolucionando, intentando, sin volvernos locos, vivirla.
La violencia del cambio, el traumático vértigo de dar un paso a ciegas sobre el abismo, la noche negra de lo que está por constituirse como haz de luz que aún duerme, el súbito sobrecogimiento de despertar de un sueño sin saber que se soñaba, arrojado uno a la vigilia como quien es arrojado desnudo a la mirada del mundo. Todas estas imágenes de nada sirven a la hora de describir el miedo intenso que hoy experimento, de repente, al contemplar mi vida y verme escupido de ella, como flema que se arranca de la garganta de un dios enfermo de sí mismo. ¡Valor, amigo!-, me he oído decirme a mí mismo antes de cruzar el umbral de mi antigua casa, en lo alto de esta nube donde he morado durante años, feliz e irresponsable como un niño. Me dispongo a saltar; para darme de bruces ante la mirada atónita de los viandantes, o para elevarme, no lo sé, con nuevo brío y alas nuevas a nuevas alturas todo nuevo... y limpio y puro y fresco y libre.
Desde aquí arriba, el mundo parece una colcha de retales remendados; descoloridos y deshilachados algunos, vivos y nítidos aquí y allá, otros; arrugada e informe como la cama deshecha de un gigante lento y perezoso. He sacado mi catalejos, viejo y oxidado como el mundo que por él alcanzo a ver, y he barrido desde mi atalaya la faz de la tierra, viendo todo lo que sobre ella se agita, duerme o sueña. He visto una flor que temblaba y se deshacía tocada por el viento; he visto como los valles se llenaban de sombra y frío mientras, en aquel claro entre los pinos negros, un leño comenzaba a arder, crepitando su letargo de madera vieja y seca; he visto un hombre que se calentaba en la lumbre, bebía un sorbo de vino, juntaba las manos y hablaba, mansamente, con su dios. He visto, también, cosas horribles. Todos las hemos visto; no voy a contarlas. No quiero ser el poeta de los horrores, no estoy llamado a eso. No obstante, no puedo dejar de dolerme por el dolor mundo. El dolor del mundo es también mi dolor porque también yo soy el mundo; lo acepto y callo.
Voy a saltar. Ahora estoy preparado. Alea jacta est. La suerte está echada. Voy a precipitarme sobre el vacío; ahora ya sin miedo, con el corazón alegre e inquieto del que parte de viaje, una mañana soleada de un día cualquiera, hacía una tierra extraña y lejana que nos espera. Si he de morir, que sea viviendo; si he de vivir, que sea sintiendo; si he de sentir, amigos, que sea con el alma henchida abierta al mundo.
Razón de ser los que están locos como el mundo loco; ahí te quedas. Cordura ciega de los sensatos, de los prudentes; quédate aquí, no me acompañes. No necesito equipaje para ir a donde voy. Hoy vuelo solo, preguntándome cómo será sin querer preguntarme cómo será; algo nervioso, creo que es normal. Extiendo las alas, miro al mundo al que pertenezco, y me entrego por completo al viento, que hoy es mi amigo y mañana quién sabe. No quiero saber. Sentir, sentir, sentir... Volar, volar, volar...