sábado, 29 de agosto de 2009

Silencio



El ventilador, de pie, mueve la hélice como si mirase un partido de tenis, llevando su fresco aliento de un lado a otro de la habitación. Aliviando el calor momentáneamente, para seguir barriendo el espacio, dejándote de nuevo en el sopor pegajoso del sofá, sumiéndote en un ritmo alternativo de frescor y sopor, ahora sí, ahora no, con la ecuánime indiferencia que sólo las máquinas saben derrochar. Clic. Un solo clic y la hélice se detiene con un suspiro, dejando tan solo sopor y silencio. Silencio de motor recién apagado. Tiempo suspendido. Pero no. Arranca ahora el frigorífico, que canta su mantra ronco y monótono de tibetano acatarrado. Calor. Ooooooooooommmmm. Oooooooooommmmm. Ooooooooooommmmm. Así veinte minutos. Y con un sonido de moneda cayendo por una tubería, y un ligero traqueteo, se vuelve a sumergir en una meditación profunda, fría y vacía como su corazón de hielo. Hay electrodomésticos que imparten Zen en las calurosas tardes de verano. Calor. Ahora sí. Silencio. O no…

Hoy he decido hacer voto de silencio, para descubrir quizás que no existe el silencio. No en una casa con electrodomésticos. Y ni aún deteniendo el último aparato del demonio he hallado el silencio. He profundizado, eso sí, en las sutilezas de todo lo que suena. En los pequeños roces, fricciones, zumbidos, vibraciones sutiles que pueblan el aire orquestado. Aún se puede ir un poco más allá. Me he detenido, completamente, sentado, erguido; y en la quietud de mi ser, he querido ir más allá, más hondo, a través del silencio que no es silencio. Oigo mi respiración, el roce del aire entrando y saliendo de mí por los orificios de la nariz. Más libremente por el orificio izquierdo que por el derecho. Siempre hay un boquetillo que anda más cerrado que el otro. Respiro. Tranquilo. En fin, que en la quietud de mi ser, he querido ir más lejos, más hondo, y me he topado con el discurso incesante que puebla esta cabecita de vientos. Y he seguido respirando, y observando y oyendo, y me he percatado de que también detrás de ese dialogo interior, que si patatín que si patatán, que no se acaba nunca, detrás del borbotón descontrolado, o más allá de él, más hondo, hay un espacio, o quizá un vacío, donde pueda caber el silencio. Claro que esto ha sido un instante. Un fogonazo de Nada, un relámpago de abismo, y de vuelta el frigorífico con su ronco mantra de domingo. He estado cerca, quizá he estado, donde habita el silencio. En algún lugar más hondo, más allá de este ruidoso mundo. Quién sabe. Hace mucho calor. Quizá otro día.

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