viernes, 22 de enero de 2010

LA JUSTICIA.




La Ley que represento no necesita de jueces, ni de tribunales que condenen y castiguen.
Esta Ley se basta ella sola, pues el que la incumple a sí mismo se condena, y el que la respeta y la sigue a sí mismo se salva.

Si rompes el fino hilo que teje esta Unidad, el hilo invisible que todo lo une y armoniza,
ay de ti porque estás rompiendo el centro tu vida y tu corazón mismo se hará añicos.

¡Habrá llanto y crujir de dientes!

Has seguido las leyes de los hombres y te has condenado a ti mismo,
has respetado sus leyes y a cambio has obtenido aislamiento, ansiedad, depresión y neurosis.
Tu salud se ha quebrantado como una rama seca bajo el peso de la nieve.
Estás tan separado de ti mismo, tan dividido y asustado,
que la locura te ronda como perros hambrientos y furiosos en la oscuridad de la noche,
aullando desesperados porque la pálida luz de la Luna los atormenta.
¿Es esto lo que quieres?

Sigue la Ley del Universo.
Esta Ley es igual para todos, pues no distingue entre pobres y ricos;
no entiende de dogmas ni anatemas;
no sabe de culpas ni remordimientos.
Esta Ley está escrita en cada cosa,
en cada una de tus células,
en cada flor y en cada criatura que se agita, duerme o sueña.
Esta Ley resuena en el murmullo de cada arroyo
y en el épico rugido del mar.
El viento la susurra entre las hojas
y cada estrella que titila la derrama por el firmamento.
¿No lo ves? ¿ No lo oyes?¿ No lo sientes?
Perdónate a ti mismo,
perdona a todos y no sientas más rencor, ni culpa, ni miedo.

¡Desnúdate ante la Ley  y goza de una infinita Libertad para siempre!
¡Libertad para amar!
¡Libertad para decir la Verdad!
¡Libertad para perdonar!
¡Libertad para salvar al mundo!



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