sábado, 29 de agosto de 2009

Elefantitis.





La puerta de la prisión está abierta. Puedo marcharme en cualquier momento sólo con echar a andar.

Un Curso de Milagros. Lección 57. 1. (31)




¿Han oído la historia, tan recurrente, del elefante atado a la estaca? Bueno, en puridad no es una historia, se trata de una práctica que desde antiguo se lleva a cabo con estos hermosos, majestuosos y nobles animales, los elefantes. No es de las peores torturas que se puedan ver, visto el plan que nos traemos con el resto de terrícolas, pero que ejemplifica, grotesca y metafóricamente, el plan que nos traemos con nosotros mismos, así como el proceso de esclavitud mental al que nos hemos auto sometido.

Pues bien la práctica consiste en atar al paquidermo por el tobillo a una estaca bien fijada al suelo, cuando éste apenas ha sido arrancado de la teta materna. A tan temprana edad, el animal aún no posee la fuerza para poder escapar de tan estrecha prisión. El infeliz trata de zafarse tirando en todas direcciones, con toda su fuerza, una y otra vez, hasta caer exhausto. Día tras día lo intenta de nuevo, cada día con menos determinación, con más resignación, hasta el día final en que se convence a sí mismo de que jamás lo conseguirá. Esta convicción llega mucho antes de que el elefantito se convierta en un elefantón capaz de derribar una casa de un cabezazo. Nuestro amigo pesa una tonelada y ya ni se acuerda, a pesar de su proverbial memoria, del día en que se resigno a tirar de la cuerda. Podría arrancar la estaca con la misma facilidad con que uno se saca el sombrero, y sin embargo ahí está, los ojos brillantes y acuosos cómo dos luceros en un estanque, más triste que un día sin pan, esperando que llegue su amo, le saque la cuerdita y se lo lleve a trabajar, ya sea en un circo, en la selva acarreando pesados troncos, en cruentas guerras, en absurdas cabalgatas, en ruidosas ferias o en mugrientos zoológicos.

Existen muchas historias parecidas, de animales enjaulados que son incapaces de huir aun con la puerta abierta, de seres domesticados hasta el punto de la dependencia absoluta a sus amos. Miedo a la libertad, esclavitud mental, qué fácil es ver esto en otros seres y qué difícil caer en la cuenta de nuestra propia inercia, de la maraña de nuestra propia ignorancia, de la ilusión tejida por el ego, ese carcelero desasosegado, insatisfecho y caótico, que se olvidó de cerrar la puerta.

Piensen. Piensen en ello. O mejor aún, respiren, respiren profundo, oigan la voz del Espíritu, levántense y echen a andar… La puerta esta abierta.

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